En una decisión sin precedentes, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha emitido una opinión consultiva que consolida la justicia climática como un imperativo legal en el marco del derecho internacional. Este pronunciamiento, solicitado por la Asamblea General de las Naciones Unidas y respaldado por la participación activa de 96 Estados y 11 organizaciones internacionales, marca un punto de inflexión en la lucha global contra el cambio climático. La opinión, impulsada por pequeños Estados insulares del Pacífico, establece de manera inequívoca que todos los Estados tienen la obligación jurídica de proteger el sistema climático, actuando con diligencia, cooperación y urgencia.
El cambio climático como riesgo existencial
La Corte ha caracterizado el cambio climático como un «peligro existencial de alcance global», cuyas consecuencias superan fronteras y tienen un impacto directo en los ecosistemas, las economías y las comunidades humanas. Durante su presentación, el presidente de la CIJ, Yuji Iwasawa, expresó de manera enfática que las actividades humanas son el principal factor detrás del aumento de emisiones de gases de efecto invernadero, intensificando así los efectos del calentamiento global. Estas declaraciones fortalecen el consenso científico sobre las causas del cambio climático y resaltan la urgencia de una respuesta global coordinada.
Este reconocimiento legal del carácter grave y transfronterizo del fenómeno climático implica que su abordaje no puede depender exclusivamente de la voluntad política o de tratados específicos. En cambio, se establece que la protección del medio ambiente forma parte integral del derecho internacional consuetudinario, por lo que las obligaciones ambientales son exigibles incluso a Estados que no han firmado los principales acuerdos multilaterales sobre el clima.
Obligaciones estatales y responsabilidad internacional
Un elemento crucial del veredicto es la declaración de que las naciones tienen el deber de evitar daños graves al entorno natural, empleando todos los medios a su disposición y actuando con cuidado razonable. Este deber no es teórico ni opcional: exige acciones específicas y comprobables para disminuir emisiones, ajustarse a los efectos del cambio climático y colaborar con otros países, sobre todo con aquellos que son más susceptibles.
La Corte establece que la falta de acción frente a la crisis climática no se puede excusar con la duda científica. Por el contrario, ignorar de manera consciente o no actuar frente a riesgos conocidos representa una transgresión del derecho internacional. Si ocurre un incumplimiento, el Estado pertinente debe detener su comportamiento, prevenir que se repita y compensar los daños a través de restitución o indemnización. Este enfoque fortalece la posibilidad de que la responsabilidad internacional sea demandada en cortes tanto nacionales como internacionales.
Reconocimiento a los Estados más vulnerables y a las futuras generaciones
La asesoría jurídica centra su atención de manera especial en la realidad de los pequeños Estados insulares en desarrollo, cuya fragilidad ante el cambio climático es inmensa debido a su posición geográfica y contextos socioeconómicos. La CIJ identifica que estos países se enfrentan a peligros críticos, tales como el incremento del nivel del mar, que ponen en riesgo no solo su entorno natural, sino también su soberanía territorial y continuidad cultural.
Además, el dictamen incorpora un componente ético de largo alcance al subrayar los derechos de las generaciones presentes y futuras. Esta visión intergeneracional amplía la dimensión de la justicia climática y consolida su legitimidad como principio fundamental del derecho internacional contemporáneo.
Un impulso a la transición energética y a la acción global
A pesar de que no tiene carácter vinculante, el parecer de la CIJ funciona como una potente herramienta de influencia legal y política. En un escenario donde hay más de 3.000 litigios climáticos en marcha en alrededor de 60 naciones, el dictamen ofrece una base jurídica firme para seguir impulsando la responsabilidad de los Estados ante la crisis ecológica.
El informe se alinea con un periodo de cambio en el esquema energético mundial. De acuerdo con información actual, las inversiones en energías limpias han sobrepasado, por vez primera, a las de combustibles fósiles, estableciendo a la energía solar y a la eólica como opciones más rentables y sostenibles. Esta tendencia fortalece la posibilidad de una transición equitativa, que no solo enfrenta el cambio climático, sino que también favorece el desarrollo económico, la seguridad en el suministro energético y la generación de empleo.
Equidad climática: de un llamado moral a una responsabilidad legal
Con esta histórica opinión consultiva, la justicia climática deja de ser una aspiración moral o una consigna política para convertirse en una exigencia legal. La Corte Internacional de Justicia ha delineado un nuevo estándar jurídico que obliga a los Estados a actuar de forma responsable, colaborativa y eficaz. El camino hacia un futuro climático justo y sostenible ha sido trazado con claridad. Ahora, la responsabilidad recae en los gobiernos, las instituciones y las sociedades para cumplir con ese mandato y garantizar un planeta habitable para todos.