La muerte de un sherpa en el Himalaya y el debate sobre la ética en la montaña | Deportes

La muerte de un sherpa en el Himalaya y el debate sobre la ética en la montaña | Deportes

El pakistaní Mohammed Hassan murió a finales de julio tras quedarse sin oxígeno en el K2 del Himalaya a más de 8.000 metros de altura. En un vídeo que se ha viralizado en las redes sociales podía observarse cómo el cuerpo de este guía local yacía en la montaña mientras el resto de alpinistas avanzaban a su lado sin auxiliarle y sin ni siquiera reparar en su presencia. Algunos incluso pasaron por encima suyo. Según varios medios locales, Hassan pudo estar en el suelo hasta tres horas mientras calculan alrededor de 130 alpinistas pasaron junto a él.

En las imágenes del incidente aparece una cara conocida, la de la alpinista noruega Kristin Harila. Pasó junto a su equipo al lado de Hassan y, horas después, logró un nuevo récord mundial al ascender los los 14 ochomiles del planeta en sólo tres meses y un día. Tras su gesta, celebró una fiesta que ha generado indignación por coincidir con el fallecimiento del sherpa pakistaní al que no asistieron.

La situación ha avivado el debate sobre la ética en la montaña. ¿Son más importantes los récords o la empatía cuando hay una vida en juego? La alpinista noruega se defendió de las acusaciones en declaraciones a The Telegraph: “Mi equipo hizo todo lo posible para salvar a Hassan, pero las condiciones eran demasiado peligrosas para trasladarlo. Intentamos levantarle durante una hora y media y mi cámara se quedó una hora más para cuidarle. En ningún momento se le dejó solo. Dadas las condiciones, es difícil imaginar cómo podría haberse salvado. Cayó en la parte más peligrosa de la montaña por la estrechez del sendero y las malas condiciones de la nieve”.

El alpinista Carlos Soria dijo en Antena 3 que no se pueden juzgar a la ligera las acciones de Harila y su equipo. “A 8.000 metros nadie está capacitado, o muy dificílmente, para levantar un cadáver”, remarcó.

El compañerismo y la solidaridad son valores del alpinismo clásico, aunque el Everest o el K2 ya se alejan bastante de esa concepción. Cada vez son menos los apasionados de la montaña y más la personas con gran poder adquisitivo que buscan vivir allí la experiencia de sus vidas. “Espero que esto ayude a trasladar al gran público que este tipo de turismo de montaña, depredador y deshumanizado, es solo negocio. Respetemos a personas como Hassan”, zanjó en su cuenta de Twitter el escritor y alpinista Sebastián Álvaro.

La propia Kristin Harila, quien nunca se ha declarado alpinista de élite, es un ejemplo más de los tiempos que corren en el deporte, donde se busca el récord sin importar el cómo y lo auténtico queda a oscuras frente a gestas que solo lo son en la forma, pero no en el fondo.

Atascos y masificación: del Everest al K2

A finales de mayo, las autoridades ya habían recogido 13 toneladas de basura del Everest y del cercano pico Lhotse como parte de una campaña para mantener limpias las cordilleras. Sin embargo, los alpinistas siguen denunciando que numerosos grupos de turistas que suben con compañías organizadoras de viajes no recogen sus residuos. El alpinismo genera grandes ingresos en Nepal, este año entre marzo y mayo se entregaron una cifra récord de permisos para subir al Everest: 478 trámites, por un valor de más de 10.200 euros cada uno.

Las colas que se acostumbraban a ver en la montaña más alta del mundo son una constante desde el pasado verano también en la segunda. La historia del K2 se vio alterada cuando un equipo de 10 nepaleses firmó su primer ascenso invernal, en enero de 2021. Entonces, unieron sus fuerzas los equipos de Nirmal Purja y de Mingma G: no buscaban únicamente un hueco en la historia del himalayismo, sino una ampliación de su negocio. En sus redes sociales, Nirmal Purja, el hombre que asombró a la parroquia escalando los 14 ochomiles del globo en poco más de seis meses, saca pecho cuando coloca a varios de sus clientes en la cima el mismo día. El negocio sigue adelante, aunque en un terreno tan abrupto, es obvio que no caben todos.

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By Adiel Quesada

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